Que Wea

lunes, 12 de noviembre de 2012

Una hora para cada cosa.

Hay un momento en la noche, en el que el cansancio de todo el restallón se concentra de repente, todo el alcohol y otros elementos de conexión espiritual confluyen en tu cuerpo, las horas debilitan tus rodillas hasta hacerlas temblar, tus ojos cansados de ver luces sin sentido y caras desconocidas caen poco a poco pesados, tu cabeza trata de almacenar sin éxito la gran lista de datos obtenidos durante la incursión en el submundo.
Otra aventura más concluida, un día que llega a su fin y una mañana que comienza interesante pero deprimente, es el momento del decaimiento, cuando finalmente te das cuenta de que la noche se va, y tú seguramente deberías hacer lo mismo.
No te queda capital ni existencias, no cuentas ya ni con una tercera parte de los que iniciaron el rumbo contigo y el sol ha salido ya a recordarnos a los que no queremos saber de horas, que en algún momento deberemos hacer acopio de valor y emprender el largo camino a casa.

Mi abuela decía que nunca pasa nada bueno a partir de las 4 de la mañana, yo creo que a partir de esa hora, sólo pueden ocurrir cosas dignas de verse, no sé si podría juzgarlas como buenas o malas, no tengo ese poder, ni lo quiero, pero desde luego a una hora tan lejana las posibilidades de encontrar un suceso único y aislado que rompa la rutina del mundo crecen considerablemente.

Es la hora de que extraños personajes irrumpan para cambiar por completo la trama de la obra del día, la hora de los rombos carmesíes en la esquina de la pantalla, la hora de una cortina de humo denso como un beso y de una sonrisa amplia y transparente como unos ojos sinceros y llorosos a la luz de los primeros rayos malignos de amanecer.

1 comentario:

Valiente! dijo...

Pienso que todo lo que pasé a partir de las 4 de la mañana, sea bueno o sea malo, será muuy intenso.